Cada casa, cada esquina, cada acera, le
acercaba más a ella.
El
recorrido era rápido, pero aun así le parecían siglos el espacio de tiempo que
les separaba.
Doblo a la derecha y para acortar camino tomo un
callejón.
Fue
cuando lo sintió, cuando comprendió inexplicablemente se hizo claro que no le vería más, cuando el tirón en su
lado izquierdo le hizo quejarse y llevarse la mano al pecho.
Sofocado, jadeando, fue trastabillando hacia la
salida, haciendo de las paredes sus amigas para que no le dejasen caer.
El esfuerzo fue inútil, cayo desplayado a la
salida del callejón, con los ojos abiertos, sin poder hablar, viendo a la gente
agruparse a su alrededor, mujeres gritando y pidiendo auxilio, los perros vira-latas
y al Haitiano vendedor de maní.
La vida se le escapaba con cada exhalación. No
era el escenario que imaginaba para despedirse de este mundo, no era el ideal,
pero era su final, su adiós, su despedida.
Se llevo la mano temblorosa al bolsillo de su camisa
y saco su celular, miro la foto en la pantalla, media rota por el impacto de su
caída y vio a la hermosa bebe recién nacida que le miraba curiosa del otro
lado.
El corazón termino de rompérsele y expiro.
Sin preferencias, sin excusas, sin piedad o misericordia…
solo expiro, se apago, se fue.
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